Mientras suena el teléfono y anochece
en la habitación desierta
preparo mi cabeza de comediante para simular
la cobardía de toda una vida
ante un posible mensaje de terror.
No tengo respuestas. La época
creó parálisis ambiguas como esta.
Así crece el error de aquel que llama
apostando a un número muerto
y al crimen de esta omisión que organiza
un fracaso del otro lado de la línea.
¿Me alcanzará, sin embargo, el ajuste de cuentas,
a mí, vuelto de espaldas en la cama,
o inclinado hacia el plato de comida,
cobijando la coartada del sueño?
En alguna parte, el desconocido descubre
su propia apatía moral; escucha el timbre
que se pierde en la oscuridad
escribiendo una página ilegible: cae su rostro
melancólico y vano, dudando
entre aceptar la humillación del vacío
o romper objetos sin porvenir a su alrededor.
Mientras suena el teléfono a través de los años.


Joaquín Gianuzzi, Teléfono y vacío

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