Hasta juntarse


por más que se extiendan las ciudades hasta juntarse
unas con otras por más desengaños que el sexo la muerte
o las oposiciones nos deparen quedarán siempre las afueras

la oscuridad de los polígonos industriales la ineficacia
el ministerio de obras públicas por más que se empeñen
colectivos ciudadanos asociaciones de vecinos seguirán

amaneciendo los restos del amor en las afueras

Pablo García Casado, Las afueras
de su libro Las afueras (1997)

Ceremonial fantasía


Entró en la muchacha como quien entra en sociedad. Extasiado, solemne, fulgurante y esplendorosamente investido de una ceremonial fantasía del gesto, maravilla perdida de la adolescencia miserable.

Constató, además, un hecho importante en nuestras latitudes: la muchacha no era inexperta, circunstancia que provocó en su mente enfebrecida, transportada, una momentánea confusión. Fue, por un breve instante, como si se hubiese extraviado.




Juan Marsé (Fragmento)
Últimas tardes con Teresa, 1966

Pensiones para enanos


Si bubiera sido un nazi de verdad habría preferido a Jung, nicht wahr? Pero elegí a Freud el judío. En la concepción freudiana del mundo no existía Buchenwald. Buchenwald, según Freud, al hacerse la luz, se transformaba en un campo de fútbol, en niños regordetes y coloradotes que aprendían artes florales y solfeo en las cámaras de exterminio. Los hornos crematorios de Auschwitz se convertían en pastas de té y tartas nupciales, y las V-2 en pensiones para enanos. Traté de creérmelo todo. Dormía tres horas diarias procurando no soñar y las veintiuna restantes las pasaba obligándome a comulgar con ruedas de molino. Pero no ha bastado con esta penitencia. A pesar de todo lo que he hecho, ahora vienen ésos para llevarme, igual que ángeles exterminadores.



Thomas Pynchon (fragmento)

de La subasta del lote 49, 1965

Cinco motivos



Cinco motivos para no leer Brooklyn Follies, de Paul Auster


1. Hubo una época en la Paul Auster escribió los tres libros de La trilogía de Nueva York, dio cátedra de cómo meter en la moulinex a Borges, los postestructuralistas, la novela negra (¿o el cine negro?), pasajes inmanejables llenos de pura filosofía en el tocador, teorías sobre el azar, los trenes y el lenguaje, todo aderezado con personajes de nombres simbólicos hasta lo irrisorio y cautivó a dos o tres profesoras de letras y cinco generaciones de chupamedias. En Brooklyn Follies no sólo que no alcanza tanto sino que ni siquiera lo intenta.

2. El protagonista, Nathan Glass, va a la deriva, decidido a morirse y a escribir un libro con un título memorable: El libro del desvarío humano, pero no logra ninguna de las dos cosas. Escribe dos docenas de boludeces en servilletas, se enamora y descubre el sexo en la tercera edad, recupera el equilibrio de su familia WASP y toma las riendas de su vida. Es una deriva, por lo menos, decepcionante.

3. Hay un coqueteo con el tema de la falsificación y los dobles, dos menciones desparramadas a los fundadores de la prosa norteamericana, personajes de nombres simbólicos hasta lo irrisorio, teorías gruesas sobre el funcionamiento del mercado del arte y algunas otras cosas que fortalecen el músculo Auster con la vitamina de la Academia. Pero el estilo chato de la prosa (apuntalado por la traducción de Anagrama llena de coños y tíos y autobuses) revienta todo y lo hace parecer una broma de mal gusto, una caricatura involuntaria del Auster del punto 1.

4. Se atreve a un final feliz de esos que ya no convencen ni a Spielberg ni a la junta de directivos que escribió el guión de High school musical 3.

5. Porque la mejor manera de no envejecer es comportarse siempre como un eterno adolescente. Por eso lo que cabe decir en estos casos es: yo leía a Auster antes de que se ponga de moda, ahora se vendió y es un careta.


Dos páginas de texto



Hay libertadores
de grandes patillas sobre el rostro,
que vieron regresar muertos y heridos
después de los combates. Pronto su nombre
fue histórico, y las patillas
creciendo entre sus viejos uniformes
los anunciaban como padres de la patria.
Otros sin tanta fortuna,
han ocupado dos páginas de texto
con los cuatro caballos y su muerte.



Antonio Cisneros, Tupac Amaru relegado
del libro Comentarios reales, 1964

Son absurdas



Las ciudades son absurdas
hasta que alcanzan
la playa del hábito y del amor.

Imponen un tiempo
y una mirada
que no eran tuyas.
He leído que algo parecido
sucede con unos peces
de las profundidades:

Se hunden en la noche del agua
sintiendo la cercanía
de la hembra desconocida.

Y bajo sixtinas de coral
encuentran y descubren
el corazón del instinto.

Basta eso para aplastarse
contra la piel de una vecina
y así, desaparecer día tras día,

hasta que, en la unidad deforme,
pierden los propios ojos
y hasta el primitivo cerebro.

El amor que miente su razón
con tanta entrega, nos abandona
a una práctica insípida:

saludarnos diariamente,
hablar de las mismas cosas
y aplastarnos…



Osvaldo Picardo
del libro Mar del Plata, 2005

Cumpleaños




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