El hueso del ghetto literario


—En los 80 usted asistió a todo el debate sobre el mercado del libro. ¿Cómo luce el mercado hoy?

—Allí donde hay un interlocutor, uno solo, ahí se constituye un mercado. ¿Qué quiere decir esto? Los transpiradores se pasan la vida buscando vender miles de ejemplares a cambio del diez por ciento de los bolsillos de sus lectores. Pero con un simple susurro al oído del emperador Octavio Augusto, Cayo Cilnio Mecenas colocó a Virgilio en el palacio. Y el mercado unipersonal de Virgilio hasta terminó siendo más grande que el del popular y esforzado Petronio. Hoy en Argentina tal vez convenga llevar sólo 300 ejemplares al hueso del ghetto literario, en lugar de treinta mil a la adiposis masiva.


—A la luz de esta fantasía espacial, ¿cómo ve su propio lugar en la literatura argentina?

—A ver, veamos qué te parece este silogismo: si Argentina es un país periférico en el mundo, su escritor más periférico será entonces centralmente argentino. A mí me ha costado mucho sostener esta paradoja... ¡Cuanto más marginal, más central! No es que yo tenga un lugar definido, sino que es el lugar, sí, el lugar, el que no está ahí. ¿Se entiende?




Entrevista a Héctor Libertella, por Marcelo Damiani

Clarín, en agosto del 2002.


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