Es una lucha


El muchacho que reptaba por el piso de mi oficina y ese gigante semicalvo que parecía siempre incómodo bajo techo eran sobrevivientes de una raza en vías de extinción: los luchadores. El Troglodita era o había sido alguna vez en la cédula Cristóbal Toto Zolezzi, hombre de la troupe legendaria de Martín Karadagián por dos décadas. El otro, un pibe todavía, los restos maltrechos de un atleta excepcional malogrado años atrás, en un accidente aéreo absurdo. A los dos los había vista la semana anterior por televisión, anunciando su regreso espectacular:

-¿Vuelve otra vez Gigantes en el ring? Había preguntado el entrevistador.

-No. Ya está registrado ese título; somos los mismos pero ahora el espectáculo se llama Gigantes en la lona- había contestado Zolezzi.

-¿A quién se le ocurrió ponerle ese nombre?- dije ahora yo, mientras busaba mi agenda en el escritorio.

-Ya están hechos los carteles, los volantes…-argumentó el Troglodita-. Cambiarlo nos saldría mucha guita, Pirovano.

-Pero eso no es un nombre. Es un epitafio: Gigantes en la lona.

No me contestaron. De pronto escuche la voz aguda de Roperito:

-Creo que lo buscan.

-¿Quién?

-Una rubia con un revólver.

Juan Sasturain, La lucha continúa

2002.


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