Sin apetito


Ahora un hombre absurdo, sentado en un rincón, sigue escribiendo la Torá invisible.

Sobre las paredes desnudas del único baño del ghetto, el mono rhesus más concreto dibuja grafismos. Los dibuja para que sus ojos se llenen por un rato de mirada.

En un amplio y aparatoso gesto, el pescador aquel lanza su red en altamar para que alguien la admire y la mida; ya no le interesa pescar (no hay referente, ni para él ni para nadie).

Augusto de Campos dispara pequeños poemas al vacío.

El idiota salió de paseo y anda por la aldea sin apetito de macho o hembra alguno.



Héctor Libertella, El árbol de Saussure

2000


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