Cinco motivos



Cinco motivos para no leer Brooklyn Follies, de Paul Auster


1. Hubo una época en la Paul Auster escribió los tres libros de La trilogía de Nueva York, dio cátedra de cómo meter en la moulinex a Borges, los postestructuralistas, la novela negra (¿o el cine negro?), pasajes inmanejables llenos de pura filosofía en el tocador, teorías sobre el azar, los trenes y el lenguaje, todo aderezado con personajes de nombres simbólicos hasta lo irrisorio y cautivó a dos o tres profesoras de letras y cinco generaciones de chupamedias. En Brooklyn Follies no sólo que no alcanza tanto sino que ni siquiera lo intenta.

2. El protagonista, Nathan Glass, va a la deriva, decidido a morirse y a escribir un libro con un título memorable: El libro del desvarío humano, pero no logra ninguna de las dos cosas. Escribe dos docenas de boludeces en servilletas, se enamora y descubre el sexo en la tercera edad, recupera el equilibrio de su familia WASP y toma las riendas de su vida. Es una deriva, por lo menos, decepcionante.

3. Hay un coqueteo con el tema de la falsificación y los dobles, dos menciones desparramadas a los fundadores de la prosa norteamericana, personajes de nombres simbólicos hasta lo irrisorio, teorías gruesas sobre el funcionamiento del mercado del arte y algunas otras cosas que fortalecen el músculo Auster con la vitamina de la Academia. Pero el estilo chato de la prosa (apuntalado por la traducción de Anagrama llena de coños y tíos y autobuses) revienta todo y lo hace parecer una broma de mal gusto, una caricatura involuntaria del Auster del punto 1.

4. Se atreve a un final feliz de esos que ya no convencen ni a Spielberg ni a la junta de directivos que escribió el guión de High school musical 3.

5. Porque la mejor manera de no envejecer es comportarse siempre como un eterno adolescente. Por eso lo que cabe decir en estos casos es: yo leía a Auster antes de que se ponga de moda, ahora se vendió y es un careta.


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